El amarillismo periodístico


#LaCuartaTransformaciónVa


En tiempos de la Cuarta transformación asistimos a un ataque concertado hacia el presidente de la república, por parte de la prensa convencional, como no se vio durante el pasado neoliberal.

Esta actitud tiene dos vertientes.

La primera, tiene que ver con la total apertura a la libertad de expresión. No hay "mordaza" por parte del gobierno hacia medio o periodista alguno. Todos pueden expresarse libremente y queda al criterio de cada empresa, el utilizar esta nueva libertad en forma correcta y respetuosa, o preferir los mecanismos amarillistas que distinguen a determinado tipo de periodismo.

La segunda situación está relacionada con los intereses nacionales y extranjeros a los que obedecen buena parte de los medios de comunicación en nuestro país.

En realidad y aunque no les guste a muchos que se hable de ello, hay muy poco profesionalismo en la prensa mexicana.

Años de obediencia ciega a los mandatos de la Secretaría de Gobernación, quien definía el tipo de periodismo que debía practicarse, dejan una huella en la práctica profesional de muchos de nuestros comunicadores de prestigio.

La prensa tenía línea general y eran muy pocos los reporteros, analistas y periodistas profesionales que se atrevían a violar las normas no escritas, sobre las maneras oficiales de escribir y comunicar.

Medios de comunicación débiles, sin libertad real para presentar la verdad nacional y mundial a sus audiencias, fue la constante que vivieron los mexicanos durante el periodo neoliberal y mucho antes con los gobiernos priistas.

Hubo periodistas que murieron por no respetar esas reglas no escritas, pero bastante claras para quienes trabajaban profesionalmente en los medios de comunicación.

Los cambios no se dan de la noche a la mañana y en estos medios, apreciamos actualmente que existe resistencia para aceptar que los tiempos que vivimos llegan con reglas nuevas. El gobierno no paga por la publicación de notas y reportajes que destaquen sus logros dentro de la administración pública.

El dinero fácil ya no llega a las cuentas bancarias de medios y periodistas. Se terminó la era del "chayote". Hoy pueden escribir e informar sobre cualquier tema, pero sin esperar la retribución monetaria que antes salía de las arcas nacionales.

Muchos de estos medios de comunicación, han buscado el mecenazgo de políticos y empresarios de corte neoliberal, que intentan infructuosamente el regreso del neoliberalismo al gobierno del país. El pago que antes corría por cuenta de los gobernantes de la derecha, lo cubren actualmente estos integrantes de la clase conservadora.

Pagan por ataques permanentes en contra del presidente López Obrador y del gobierno de la Cuarta Transformación.

Desinforman a sus audiencias deliberadamente, pues desean crear un clima de incertidumbre, desesperanza y descontento social. La idea es que buena parte de los ciudadanos del país, retire su apoyo al proyecto de cambio nacional que impulsa el gobierno. Por eso les está pagando mensualmente la derecha conservadora de nuestro país.

De ahí nace el "amarillismo" que llena pantallas, notas, reportajes, "investigaciones" de dudosa calidad, que nos presenta diariamente el medio periodístico.

Conocemos a los principales representantes de esta guerra sucia en contra del gobierno en turno. Todos sabemos quién es Lord Montajes. Conocemos a las figuras más destacadas de la prensa, que aparecieron en la lista de los más chayoteros, durante el neoliberalismo.

Sabemos que medios como Reforma, El Universal, El Financiero y otros, publican diariamente notas muy similares, evidenciando con esto que la instrucción general que reciben, para atacar concertadamente al gobierno, proviene de una sola fuente. Esa fuente es "el que paga".

El amarillismo periodístico obligadamente desinforma. Altera la realidad. Omite datos que no es conveniente presentar y destaca situaciones secundarias que no tendrían por qué ser noticia relevante.

El amarillismo periodístico engaña intencionalmente. Juega a manipular la opinión pública. Pretende utilizar al ciudadano de a pie como artículo útil para conseguir sus fines.

Este vicio periodístico no es exclusivo de nuestro país. Se da a lo largo y ancho del mundo. En algunos países de manera solapada. En otros, como en México, en forma descarada y sin el menor pudor.

Aquí se alteran datos, se modifican imágenes, se pone en boca del funcionario público declaraciones que nunca se expresaron. Se alteran encuestas y se malinterpretan mediciones.

Nuestro periodismo en general, es de segundo nivel.

El presidente López Obrador se ha referido en estos últimos días al mal periodismo que se practica en la Unión Americana y en Europa. Rotativos de estas naciones han intentado descalificar las políticas del presidente López Obrador.

Los grandes diarios en Norteamérica y en Europa, pertenecen a los principales grupos y personajes del mundo financiero. Es natural que estén a favor del capitalismo y del proyecto neoliberal en las naciones emergentes. No les puede gustar un personaje como López Obrador con su proyecto de Cuarta Transformación.

Pero los ataque que recibe el presidente, de parte de la prensa internacional, se basan en interpretaciones económicas y políticas aceptables.

Descalifican el cambio en nuestro país, con argumentos y no con fake news.

En cambio, la prensa conservadora mexicana, más ramplona y menos calificada, se dedica en su amplia mayoría a dar circulación a información alterada, o a crear noticias falsas que intenta hacer pasar como verdades.

El presidente López Obrador ha señalado a este tipo de comunicadores y medios informativos, que es válido sostener una posición en contra de las políticas de gobierno que se implementan. Es válido pensar en forma diferente. Hay libertad para hacerlo abiertamente.

Pero lo que obliga al titular del ejecutivo a desenmascarar permanentemente a determinados medios de información, son las mentiras cotidianas que pretenden vender al pueblo de México como verdades.

Ahí es donde el presidente hace efectivo su derecho de réplica.

Permitir que la mentira se erija como verdad, es tanto como aceptar que la corrupción se mantenga viva.

La vieja prensa conservadora, ve que su credibilidad se pierde ante una sociedad despierta, que desprecia la información tendenciosa o falsa.

Los medios alternativos en redes sociales, están ganando la batalla a un periodismo que se niega a trabajar con honestidad.

A final de cuentas, sus campañas mentirosas, no perjudican al presidente López Obrador, que cuenta con un apoyo social sólido. Las noticias falsas se desenmascaran de inmediato y los únicos que terminan evidenciados, son los mentirosos a sueldo.

Ojalá y cambien el rumbo que siguen hasta ahora.

Dentro de poco, con la interconexión a la red de todos los mexicanos residentes en el territorio nacional, serán muy pocos los que sigan atendiendo a estos difusores de mentiras.

Si no modifican su conducta, van a perder esta batalla.

Malthus Gamba

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