Cuentos de un Chairo.- El músculo Fifí.- Malthus Gamba


#LaCuartaTransformaciónVa


Salí temprano de casa. Había quedado con mi novia a las nueve y media, para llegar a tiempo a la marcha de los fifís en el Ángel de la independencia. Un jugo de naranja de rapidito, acompañando la torta de jamón, aderezada con mayonesa y mostaza.

Había que correr. Llegar a casa de Angélica me llevaría media hora y de ahí, al Ángel, era como hora y media más. Tenía el tiempo justo para hacer el recorrido. Afortunadamente en domingo, el tráfico es escaso, por lo que se puede transitar sin mayores problemas.

Angélica me esperaba igual de hermosa que siempre. Vestida enteramente de blanco, al igual que yo, era una copia fiel de la "niña fifí" que debía representar. Lo único oscuro en su atuendo eran los lentes. La salude con un prolongado beso y salimos en seguida. También había desayunado algo ligero.

Llegamos a tiempo al Ángel. Pensamos que las rutas de acceso estarían saturadas en las calles aledañas a Paseo de la Reforma, pero no fue así. Un poco de aglomeración en los estacionamientos ubicados en la zona, pero nada más.

Nos dimos cuenta que la marcha sería otro fracaso de la derecha, al ver lo vacía que estaba la avenida Reforma. En la escalinata del Ángel, como siempre, un grupo de personas enarbolaban pancartas donde las consignas contra el gobierno de López Obrador, eran bastante indefinidas. Se hablaba de la pobreza del pueblo, de la seguridad que no llegaba rápido, de los proyectos cancelados, de las estancias infantiles que no recibirían recursos, de las molestias ocasionadas por los migrantes y de otras consignas gastadas, que no definían infracciones, inacciones o conductas incorrectas por parte del gobierno en turno.

Al final, cerraban todas estas descalificaciones al presidente, las peticiones de "renuncia al cargo".

Pero estas marchas las forman ciudadanos que no tienen por costumbre manifestarse en actos públicos masivos. No es gente acostumbrada a sufrir el sol, el calor y los apretujamientos, tan naturales para los contingentes "chairos". Aquí, la protesta es light. Sombreros y sombrillas de marca, para protección de las pieles nacaradas de quienes integran el contingente femenino que se congrega. Consignas de cuando en cuando, coreadas a media voz y sin mucho entusiasmo. Un altoparlante que define a la marcha fifí como apartidista, aunque la convocatoria haya salido de integrantes de la derrotada clase política panista.

Hay algo que se nota en este contingente. Es algo que podemos definir sin miedo a equivocarnos como rencor.

Rencor por haber sido obligados a marchar, cuando antes, eran ellos los que, como clase social privilegiada, veían desfilar a sus empleados, a los campesinos y estudiantes, para pedir humildemente un poco de lo mucho que tenían acumulado.

Rencor hacia los que los miraban desde las aceras, con burla y satisfacción. Gente morena, humilde muchos de ellos, satisfechos de haber trastocado el orden natural en que se había crecido hasta antes de la llegada de la Cuarta Transformación.

Rencor a un gobierno que aniquilaba día a día al México que construyeron sus abuelos y padres y que les pertenecía por herencia y por derecho de casta.

Eran pocos, pero en la gran mayoría, era apreciable la molestia que significaba el tener que descender a una convocatoria de este tipo. Éstas no eran sus herramientas naturales de lucha. La ventaja que les dispensaron los gobiernos neoliberales, los colocaba siempre en una posición de superioridad, donde se manejaba al país desde la comodidad de sus casas y oficinas.

La presencia de periodistas de medios digitales, con orientación de izquierda, terminó por amargar lo poco que les quedaba de buen ánimo. Corrieron con violencia a una reportera de youtube, señalando que no podía estar dentro del contingente, por ser una persona de tez morena.

El acto en el Ángel concluyó sin pena ni gloria. Jamás llegaron los miles de simpatizantes que se anunciaron. Fue un fracaso dibujado en cada rostro fifí. El cierre del evento estaba programado en el monumento a la revolución y Hacia allá caminó la desangelada marcha.

Angélica y yo éramos parte del contingente, que más parecía una cadena de condenados, rumbo al lugar de la penitencia.

Alguien a nuestro lado preguntó "¿por qué no cerramos en el zócalo?, ahí se podría dar un discurso frente a Palacio Nacional". La respuesta fue demoledora: "porque nos veríamos ridículos dentro de la plaza mayor, siendo tan pequeño nuestro contingente. Mañana, las fotografías servirían de burla a la izquierda chaira. Cualquier panorámica nos ridiculizaría". Así siguió la marcha.

Fue un cierre para los medios, se repitieron las mismas consignas que habíamos escuchado el en Ángel. Se pidió unidad, por el bien de México. Se remarcó que los integrantes, cien por ciento de derecha, eran apartidistas, aunque el color azul panista se notara a la distancia.

No hubo festejo por lo alcanzado. Se cumplió un objetivo, pero el nivel de convocatoria era igual de bajo. No podían llamarse fuerza opositora real.

Eso los hacía sentirse insignificantes. Los fifís, tan acostumbrados al brillo y los reflectores, eran ahora la clase social más desacreditada y aislada de México. Las decisiones nacionales se tomaban a pesar de ellos y sin mirar para nada sus privilegios históricos de clase.

Tal y como comenzó, deslucida y flaca, la marcha fifí concluyó. Cada integrante regresó al sitio donde se encontraba estacionado su vehículo y poco quedó para el registro de este desangelado evento.

Angélica y yo sí festejamos. Después de jugar el papel de quintacolumnistas chairos, nos reímos a nuestro gusto por el fracaso de una marcha que nació sin futuro. Teníamos bastantes fotografías desde las entrañas mismas de la concentración fifí.

Capturamos la imagen total de una derrota anunciada, que se negaban a reconocer los organizadores del evento. No pueden convocar a los mexicanos, quienes son responsables directos del fracaso nacional en los últimos años. Los conservadores no tienen más propuesta que el neoliberalismo y esa bandera no puede obtener respaldo social.

Invité a Angélica a comer y a tomar una cerveza. El calor se sentía con más fuerza a esa hora. Estábamos contentos. La Cuarta Transformación marchaba sin contrincante verdadero en este momento. Los cartuchos quemados de la derecha no eran enemigos de cuidado.

De cualquier manera, resultaba conveniente estar alertas y no descuidar los detalles, por pequeños que estos fueran.

Mañana publicaríamos en nuestro sitio web, la reseña de lo ocurrido, con todo el material visual que conseguimos este día.

Que bueno que ambos, teníamos aspecto de fifís. Lo que los manifestantes de la derecha nunca imaginaron, es que nuestros corazones eran cien por ciento chairos. Esa coincidencia política fue la que nos acercó a Angélica y a mí. Ese deseo de luchar por un cambio verdadero.

Pero ése, ya es otro cuento.

Malthus Gamba.

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