Cuentos de un Chairo:- Los modos de Trump.- Malthus Gamba
#LaCuartaTransformaciónVa
Las calificaciones estaban bajas, es cierto. Había sido un semestre difícil, lo reconocía, pero a todos les constaba el esfuerzo adicional que estaba haciendo para recuperar el ritmo y el tiempo perdidos. El tercer semestre fue desastroso y ni pensar entonces en cursar el cuarto, arrastrando tantas materias no acreditadas.
Así es que había decidido perder un año de estudio y recursar ese tercer semestre que se empeñaba en causarle problemas. Un año que se perdió por las compañías no tan recomendables que decidió cultivar, a pesar de las prevenciones que le hacían compañeros conocidos de más tiempo. Fue un tiempo de diversión desobligada. Las consecuencias no fueron graves, pues al final, se dio cuenta de que ese camino a nada bueno lo conducía. Abandonó a los recién conocidos e intentó recuperar lo perdido. Quería hacer algo de su vida y eso solo se logra con empreño y trabajo.
Ahora el problema estaba en que debía mostrar calificación tras calificación en su casa. Cada trabajo, cada tarea realizada, eran supervisadas por su padre todas las noches. Ese había sido el compromiso, para no tener que trabajar en el negocio familiar y estudiar al mismo tiempo. Muchos lo hacen, le decían en su casa y él sabía que era cierto. Tenía compañeros que corrían de la escuela al trabajo, o viceversa, para poder costear sus estudios. Era una existencia difícil, donde nunca quedaba tiempo para la diversión.
Por eso aceptó el trato propuesto por su padre. Buenas calificaciones, significaban apoyo total en todos los gastos de escuela, además de una cantidad respetable, para cubrir necesidades personales.
Hoy, sin embargo, las cosas mostraban mal talante. Un trabajo que ameritaba de perdida un ocho, había recibido un triste seis por parte del maestro de historia. No era algo grave, puesto que promediando ese triste seis con las anteriores notas, el resultado era bastante aceptable. Pero mi padre no lo veía así.
Sin aceptar argumentos atenuantes, amenazó con reducir en un cinco por ciento el importe que me destinaba para gastos personales. Y si estas calificaciones se repetían en los siguientes meses, la reducción se iría incrementado en otro cinco por ciento cada mes. Me dijo que era su última palabra y no hubo forma de que se reabriera la discusión al respecto. La primera disminución en mis ingresos, se verificaría el mes entrante.
Ese tipo de disposiciones, inciden negativamente en la economía de cualquier persona y son una especie de espada de Damocles, pendiendo sobre nosotros, en forma peligrosa. Pienso que, si tratara de calificaciones finales, habría motivos justificados para sancionar de ese modo. Pero tratándose de fallas en el proceso, que no son por sí mismas definitorias, es abusivo tomar medidas tan drásticas.
No podía digerir esta situación correctamente. Había un problema pequeño, que se estaba sobredimensionando. Mi padre, como autoridad, actuaba desde una posición poco razonable.
Salí de casa, rumbo al colegio, con estas ideas en la cabeza.
Leí algunos encabezados de noticias en el camino, en los diarios que encontraba al paso. Mucha atención a las amenazas de Trump al gobierno de México, por el asunto de los indocumentados. No le di mucha importancia al asunto en ese momento. Mi problema reclamaba todo mi interés, dejando fuera lo demás. Solo después de clases y ante los comentarios que mis compañeros hacían al respecto, regresé al tema político del día.
Cuando nos sentimos impresionados, o comprometidos por un asunto en particular, tenemos la costumbre de relacionar todos los hechos que nos ocurren, con la situación que nos inquieta. Y eso fue lo que me sucedió esa tarde.
Donald Trump, es el arquetipo del tirano que aplica su poder, sin pretender ser justo en sus decisiones. Para él, quienes no cuentan con la fuerza suficiente para hacerle frente, deben ser humillados y obligados al sometimiento.
Mi padre viene a ser una de las réplicas menores de Trump. Ambos hablan de agravios difusos, para justificar sus decisiones coléricas y no razonadas. Ambos, aplican sanciones desproporcionadas a las supuestas faltas que observan en los demás, sin importar si el sancionado está haciendo esfuerzos evidentes por restablecer su situación particular.
El gobierno de López Obrador y yo por mi parte, intentamos dar nuevo rumbo a nuestras respectivas responsabilidades. Él, reencausando a un país destrozado por treinta y seis años de feroz neoliberalismo. Yo, retomando mis estudios, luego de un año de indefiniciones.
Ninguno de los dos merecemos un trato así.
Atendí entonces a las medidas que el presidente de México implementaba, para resolver el problema creado por el belicoso tirano del norte. Diálogo y más diálogo, decía nuestro presidente. La violencia no nos llevaría a ninguna parte.
Me parece que tiene toda la razón Andrés Manuel. Una respuesta agresiva por parte de México, no generará otra cosa que medidas costosas para la economía mexicana. Dependemos en mucho del comercio con los norteamericanos. Eso es una realidad. Una respuesta similar a mi padre, en cuanto al recorte de mis recursos, tampoco promete resultados favorables a mi causa.
Dialogar y convencer, es un trabajo que requiere mucho coraje y enorme paciencia. Hay que hablar una y otra vez, hasta alcanzar acuerdos que no dañen a alguna de las partes. Es difícil cuando el interlocutor parece sordo y se muestra terco, pero es la única vía para resolver satisfactoriamente los desencuentros entre visiones distintas sobre un mismo hecho.
Decidí seguir la estrategia de nuestro presidente y practicar la política del diálogo con mi padre. Sé que costará trabajo, pero pienso que, con explicaciones y paciencia, puedo aspirar a un resultado que me beneficie.
Además, en mi caso, cuento con el arbitraje de una instancia determinante para alcanzar mis fines. Le pediré a mi madre que interceda por mí y me abra camino antes de iniciar pláticas formales con mi padre.
El gobierno de López Obrador me otorgó hace poco la beca para continuar mis estudios. Hoy me brinda una idea estupenda, para conseguir que mis ingresos personales no se vean disminuidos, por la hostilidad manifiesta de mi padre.
Malthus Gamba.