Cuentos de un Chairo.- Bufones antiAMLO.- Malthus Gamba
#LaCuartaTransformaciónVa
Lo vi esta tarde.
Parece el mismo de hace años, al menos, no se ve muy cambiado exteriormente. Viste prendas de calidad. De marca como se dice ahora. Se nota que su arreglo personal ha mejorado bastante. Poco que ver con el muchacho parlanchín que conocíamos en la colonia.
En realidad, no sigo su carrera. Me molesta su comportamiento cuando asume el papel que tiene encomendado. Cobra bastante por representarlo y vive bien, a cambio de ser un títere sin convicciones propias.
Él piensa que eso es el triunfo. Está feliz con su nueva vida.
Lo saludé, porque fue él quien se acercó a mi mesa y me extendió amistosamente la mano. Hace años, mantuvimos una estrecha amistad. La misma escuela, los mismos problemas y gustos. La vida era sencilla entonces y Ch...l era un agradable compañero de travesuras, más que de aventuras.
Parlanchín desde entonces y con una gesticulación particular para enfatizar lo dicho, hacía gracia al resto de los compañeros.
Fuimos bastante unidos hasta la preparatoria que cursamos en Chihuahua. Después, tomamos caminos diferentes. Él prefirió una rama de la ingeniería y yo decidí que la medicina, era la carrera que deseaba estudiar. Ahí se rompió el contacto. Cada uno siguió su vida, sin buscar restablecer los lazos que nos unieron por años.
Ahora tengo mi consulta en una de las calles principales de la colonia Condesa, en la capital del país. No puedo quejarme.
De Ch...l supe poco, hasta que adquirió fama por una crítica áspera a quien hoy es presidente del país.
Después, conforme la fama de que goza se fue extendiendo, me enteré que había hecho carrera como comentarista y youtubero.
Hoy es el mismo tipo parlanchín y con mentalidad adolescente de hace años. Habla de superficialidades y su plática usa mucho los lugares comunes. No hay profundidad en lo que dice.
Me cuenta parte de su historia personal, señalando que se volvió comediante.
Se engaña, o lo engañan. No se convirtió en comediante. Lo hicieron comediante para aprovechar sus capacidades naturales. Lo extrovertido lo trae de nacimiento, pero la faceta política es nueva. En el pasado, jamás se interesó por esos temas, de los que hay que decir, entiende muy poco.
Bastó un tuit, repleto de groserías y reaprovechado por un mediocre político de la derecha, para catapultarlo a la fama. Una fama que hoy disfruta, pues viene acompañada de beneficios económicos. Pero le quita a cambio algo muy importante: su verdadera personalidad.
Ch...l sigue su vida en un ambiente que le es nuevo y que, por lo que veo, lo deslumbra. Me habla de triunfos y proyectos. Pero todos ellos están basados en el personaje que le diseñaron y que lo absorbe por completo.
Alguien que carece del mínimo conocimiento sobre economía y política, dedica su tiempo a descalificar al gobierno en turno, en alianza con la derecha conservadora que intenta detener los cambios en el país.
Para justificar esa renuncia a sí mismo, interpretando permanentemente una comedia de la que poco entiende, me dice que es un negocio más, entre los muchos que tiene actualmente. Es empresario, escritor (de un libro, pero escritor al fin y al cabo), opinador y algunas otras cosas más. La faceta política, para él es un negocio. Se pinta como un emprendedor. Un empresario al que solo interesan los negocios redituables.
Lo escucho y cada vez lo siento más poquita cosa.
Jamás he visto o escuchado sus programas. Es más bien en redes sociales donde encuentro sus participaciones vulgares, en favor de los intereses del neoliberalismo en retirada. Sus ataques al presidente son permanentes y nada tendría de particular una posición política contraria a la Cuarta Transformación, si naciera de una crítica fundada y de una convicción verdadera.
Con Ch...l no es esa la situación. Por lo que me voy dando cuenta, le escriben lo que debe decir, o le dan instrucciones sobre los temas que debe tratar, así como el enfoque debe darles. Todo "debe" hacerlo. Nunca es lo que él en realidad opine y sienta.
Llega la persona a la que tiene citada para comer. Les ofrezco mi mesa y aceptan. El resto del tiempo hablamos de cosas intrascendentes. Sobre todo, del pasado en común que nos une. Ella introduce algún comentario y ríe de las anécdotas que cuenta Ch...l. Es bastante guapa.
Al final, pago la cuenta y pedimos los carros. En esta ocasión yo invito, finalizo. Los apretones de mano y el intercambio de números telefónicos son lo último que compartimos ese día. Quedamos de concertar una cita, para salir en parejas una noche de estas.
El carro de CH...l, es espectacular. Yo abordo el mío, un poco más austero.
No lo envidió. Tampoco siento aprecio por él. Si fuera inteligente en verdad, habría comprendido de entrada, que el hecho de haber crecido juntos, no significa que compartamos ahora puntos de vista y posiciones personales, como sucedía entonces.
En su estrecho mundo, Ch...l no encuentra nada malo en prostituirse de la peor manera, para lograr una posición económica desahogada.
Lo han convertido en una suerte de Chabelo político. Ya no es un muchacho y, sin embargo, debe representar el papel de un millennial, informado, combativo y convencido, todo el tiempo.
He tratado de estar al tanto de todo lo que sucede en mi país, desde hace varios años. Me han tocado las malas, acompañando a López Obrador, en concentraciones, marchas, protestas, manifestaciones y plantones, cuando esto ha sido necesario. Estoy orgullosos de ello.
Hoy, defiendo el trabajo que realiza la Cuarta Transformación y me molestan payasos como Ch...l, que se enriquecen haciendo hasta la imposible para que el gobierno del cambio fracase.
Son mercenarios sin valores personales, ni ética propia. Les han arruinado la vida, convirtiéndolos en marionetas bien pagadas, que se prestan a todo, mientras haya billetes de por medio.
Ch...l no prometía mucho desde la infancia, pero alcanza hoy un grado de bajeza inaguantable.
Llego al consultorio. Entro y digo a la secretaria que si recibo llamada de un tal Ch...l, diga siempre que no me encuentro. Saco el celular y borro el número que me dio al salir.
Gente sin calidad moral y sin valores propios, son enfermos desahuciados, para los que no hay tratamiento conocido.
Malthus Gamba